EL RESCATE ECONÓMICO

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"Manías, pánicos y cracs" es un libro donde su autor, Charles P. Kindleberger, explica de forma detallada el origen de una crisis, así como su desarrollo hasta el final estallido de la burbuja y el consecuente desastre económico.

Para tratar de minimizar el daño en la economía  y que los inversores sean dominados por el miedo al ver como caen el precio de sus activos con los que han especulado, surgiendo así la burbuja, se creó la figura del prestamista de último recurso.
Dicha figura surgió tanto en el ámbito nacional como en el internacional

El prestamista de último recurso doméstico es el banco central del país cuya principal función es reducir la probabilidad de que una crisis de solvencia derive en un problema de solvencia y quiebra que no se habría producido  sin el miedo en el mercado. Ha de decidir si salvar a las instituciones financieras que se encuentran en bancarrota dado el riesgo que decidieron tomar con el excesivo reparto del crédito y la toma del mismo para financiar la compra de activos (apalancamiento)

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Esta institución también existe a nivel internacional, cumpliendo una gran función, dado que ayuda a los países a estabilizar el valor de sus monedas que aumenta considerablemente junto al precio de los activos con la llegada transfronteriza del dinero, evitando que la fuerte depreciación de ésta por la falta de liquidez de lugar a numerosas quiebras. Los préstamos concedidos por esta institución han permitido amortiguar los cambios en los valores de las monedas, teniendo especial relevancia la creación del Fondo Monetario Internacional en 1940, creado para ayudar a hacer frente a las crisis monetarias que sufren los países, donde se otorgan créditos entre ellos. Cuando un país se integra en el FMI se compromete a limitar el valor de su moneda en torno a una paridad y contar con la revisión del FMI para modificarla.

El prestamista internacional de último recurso tiene un problema que no tiene el doméstico, dado que mientras los bancos centrales nacionales se encuentren separados, cada uno con su dinero, es inevitable que se den cambios en el valor de la moneda, siendo algunos necesarios en situaciones en las que el país no ha tenido tanto éxito como sus socios comerciales en llegar a una tasa de inflación baja, o debido a una crisis estructural, siendo otros cambios en el valor de la moneda innecesarios, puesto que puede haberse dado como resultado de querer devaluar la moneda para estimular el
empleo y el crecimiento económico.

Sin embargo, el papel del prestamista de último recurso estuvo lleno de ambigüedades y
dilemas. Nace la cuestión del dilema moral que explica que si los propietarios y los
gestores de los bancos creen que sus empresas recibirán ayuda en momentos de dificultad y recesión, serán menos precavidos en el momento de conceder créditos
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cuando se diera un auge. Un ejemplo al que se dedica un capítulo completo en el libro de Kindleberger es la quiebra de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión mas grande de EEUU, con un comportamiento muy agresivo con alto apalancamiento y muchos riesgos. Cuando los precios cayeron drásticamente en 2008, los inversores y fondos de inversión vendieron sus acciones, preocupados porque Lehman parecía lento para obtener capital necesario para contrarrestar tal situación. Finalmente Lehman acabó quebrando sin ser rescatado.

En contra posición a este punto de vista se encuentra la doctrina Bagehot, convencida
de que un banco central debía prestar libremente a una tasa de interés de penalización
para rescatar a sus accionistas porque el banco se vería forzado a cerrar y los accionistas lo perderían todo, pero hace referencia a un banco sin liquidez solvente para así anticiparse a que la falta
de liquidez derivara en una crisis de solvencia.

Por todo esto, el prestamista de último debe decidir si actuar o no, postura que tiene gran complejidad y requerimiento de análisis, puesto que la no intervención podría empeorar la situación.

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